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Mostrando entradas de octubre, 2025

El país que duele

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  En Ecuador estamos viviendo un punto de quiebre. No solo político o económico, un quiebre moral. Nos acostumbramos a sobrevivir entre titulares de violencia, promesas incumplidas y una sensación de cansancio colectivo. Mientras tanto, los discursos oficiales nos piden “confianza”, como si la esperanza fuera un decreto. Pero detrás de las cifras, del marketing y de la retórica de orden, hay algo mucho más profundo que se está rompiendo: la fe en que todavía somos capaces de construir un país juntos. Hoy el miedo se volvió costumbre. Miedo a salir, a hablar, a disentir. Miedo a perder lo poco que queda o a que te señalen por pensar distinto. El poder político (sea cual sea el color del turno) ha aprendido a administrar ese miedo. A llamarlo “orden”, a vestirlo de eficiencia, a usarlo como herramienta para gobernar sin rendir cuentas. Y así, poco a poco, la democracia se vacía. Las instituciones existen, pero ya no representan; el Estado promete seguridad, pero no justicia; el merca...

El espejo del poder

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  Donald Trump no inventó el populismo moderno, lo perfeccionó para la era digital. Su figura no surge del vacío, sino del hartazgo. Del cansancio con una élite política que predica empatía pero legisla para los mismos de siempre. Trump canalizó esa frustración ofreciendo un lenguaje simple para un mundo complejo: enemigo, frontera, orgullo, éxito. Es el primer político del siglo XXI que comprendió que en la era del ruido, la coherencia importa menos que la emoción. No promete resolver, promete vengar . Y en sociedades heridas, esa promesa tiene más fuerza que cualquier plan técnico. La figura de Trump no es un fenómeno exclusivo de EE.UU. Es un arquetipo exportado y tropicalizado en América Latina. De derecha o de izquierda, el guion se repite. Un líder que dice representar “al pueblo traicionado”, que promete limpiar la corrupción y “poner orden”, y que se posiciona como el único capaz de enfrentar al sistema. Pero todos estos seudolíderes beben del mismo caldo de cultivo: la ...

La hipocresía verde

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  Durante años, las empresas han aprendido a hablar el idioma de la sostenibilidad. “Carbono neutral”, “circular”, “ecoamigable” y/o “compromiso con el planeta”. El problema no es el lenguaje, sino su uso como estrategia estética más que ética. El discurso verde se ha convertido en una herramienta para tranquilizar conciencias sin alterar el modelo que genera el daño. El mercado descubrió que la sostenibilidad vende. Hoy, una campaña sobre reciclaje o una promesa de “neutralidad de carbono” pueden mejorar la reputación y aumentar las ventas sin que nada cambie realmente. Las marcas saben que el consumidor moderno quiere sentirse parte de la solución, y el sistema le ofrece exactamente eso: la ilusión de responsabilidad sin incomodidad. Detrás de esa estética verde, muchas compañías siguen operando con las mismas lógicas de siempre. Lo verde se convirtió en una coartada emocional para sostener un modelo extractivo con buena prensa. La hipocresía verde no surge del mal, sino de l...

El fin no justifica los medios

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  En tiempos donde el éxito parece justificar cualquier método, conviene hacer una pausa. Nos hemos acostumbrado a celebrar resultados sin mirar el camino que los produjo. Se premia la rentabilidad aunque haya sido construida sobre la precariedad, la eficiencia aunque implique explotación, la estabilidad aunque dependa del miedo. El discurso moderno ha confundido la estrategia con la ética: mientras funcione, es válido. El éxito (personal, empresarial o político) se mide por resultados inmediatos, no por coherencia, propósito ni consecuencias. Nos hemos acostumbrado a llamar progreso a cualquier cosa que se mueva rápido, aunque deje un rastro de desigualdad, agotamiento o cinismo detrás. Pero cuando un modelo necesita destruir para sostenerse, ya no hablamos de progreso: hablamos de supervivencia maquillada de éxito. El mantra del “resultado a toda costa” se ha infiltrado en todos los niveles: en la política, en las empresas, en la educación y hasta en las relaciones personales....

El precio del progreso

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  Nos han vendido el progreso como una religión. Nos enseñaron a repetir sus rezos: crecimiento, inversión, desarrollo. Nos dijeron que más megaproyectos, más minas y más fábricas equivalen a más futuro. Y lo creímos. Pero nunca nos explicaron que detrás de cada kilómetro asfaltado hay un bosque que ya no respira; que detrás de cada cifra de crecimiento hay una comunidad desplazada; que detrás de cada “avance” hay alguien que paga el precio con su salud, con su tierra o con su silencio. Llamar “progreso” a cualquier expansión económica sin mirar sus consecuencias es, en el fondo, una forma elegante de negación. Nos encanta hablar del futuro, pero seguimos construyéndolo con los restos del pasado. El extractivismo es el modelo más cómodo para un Estado sin visión y para algunas élites sin ética. Saca rápido, gana rápido, gasta rápido. Minería, petróleo, todo lo que pueda venderse se convierte en promesa de “desarrollo”. Pero lo que no se dice es que la rapidez del dinero es invers...

Manifiesto desde los Andes

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  No necesito un mapa para saber quién soy. Mi historia no se dibuja en fronteras, sino en mis venas. Soy hijo del maíz y del sol, del barro y del canto. Mi linaje viene del silencio de los abuelos que cuidaron la tierra antes de que existieran los países, y también del ruido de los barcos que cruzaron el mar creyendo traer la civilización. Soy mestizo, y en esa palabra cabe todo el continente.   Nos enseñaron a dividirnos. A creer que lo local era atraso, que lo extranjero era progreso y que lo mestizo era confusión. Nos hicieron creer que había jerarquías en la piel, en la voz, en la forma de mirar. Y así, nos arrancaron de raíz para vendernos un espejo roto: un ideal ajeno que no refleja quiénes somos, sino quiénes deberíamos aparentar ser. Nos hicieron creer que la mezcla era una mancha, cuando en realidad es nuestra corona.   Pero en cada grieta de ese espejo sigue palpitando la verdad. América no nació del dominio, sino de la mezcla. De l...

Ecuador: entre el extractivismo y la defensa de la vida

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Ecuador es, en proporción a su tamaño, uno de los países más ricos del planeta. Su diversidad biológica, cultural y climática lo convierte en un mosaico único: en pocas horas es posible transitar de páramos que almacenan agua a selvas amazónicas que oxigenan el mundo, de costas que alimentan a millones a comunidades indígenas que preservan conocimientos ancestrales milenarios. Sin embargo, esa abundancia convive con una paradoja. Mientras la naturaleza sostiene la vida y ofrece oportunidades incalculables, las políticas públicas y las decisiones económicas han tendido a verla principalmente como un recurso a explotar. La pregunta, entonces, es urgente y trascendental: ¿seguirá Ecuador hipotecando su futuro a través del extractivismo, o será capaz de construir un modelo de desarrollo basado en el cuidado de lo vivo? El modelo extractivo ha sido presentado, durante décadas, como la salida más rápida para obtener ingresos fiscales y divisas. La explotación petrolera, minera o maderera p...