El país que despierta
Durante décadas, Ecuador ha funcionado con las mismas lógicas. Élites que concentran poder, gobiernos que venden soberanía a cambio de estabilidad, pueblos que resisten desde la precariedad y ciudadanos que, entre la frustración y la costumbre, aprenden a sobrevivir. Nada de eso es nuevo. Lo que cambia no siempre son los hechos, sino la forma en que los percibimos. Lo que antes parecía normal, hoy duele. Y cuando algo duele, es porque ya no encaja con lo que somos. A veces creemos que la indignación surge por un hecho aislado. Una injusticia, una decisión absurda, una noticia que nos golpea. Pero en realidad nace de un proceso más profundo, de haber ampliado la conciencia. Cuando uno empieza a construir algo con sentido (una empresa, un proyecto, una comunidad), se vuelve imposible mirar al país sin sentir responsabilidad. Por eso, a algunos nos importa más ahora. Porque ya no somos simples observadores, somos parte activa del tejido que sufre y se transforma. Quien ha apostado...